Insulto a mi texto diciéndole cobarde. Impreciso.
Los aplausos celebran mi denuesto.
Insulto a los aplausos diciéndoles cobardes e imprecisos también. Y vuelvo a mi texto aún sin alabarlo.
Luego resuelvo oír sólo las voces atipladas de mis construcciones. Ellas me irritan.
Contento logro al final ser verdadero.
Y gano así el silencio que se muestra ya en lo eterno.