Me senté frente a él y lo contemplé. Sorbí su contenido. Era un microcosmos verde su finalidad. Al menos, éste predominaba en tonos pasteles. En primer plano de hallaba el racimo maduro de cambur que actuaba a guisa de anfitrión tomado de la mano de la planta. Sólo dos mariposas, con la misma vestimenta y el mismo color. Dos cotorras blancas grandes y como punteadas de pequeñas motas de algodón. Nueve pericos, donde siete exhibían negra la cabeza, y dos, blanca; y un pájaro de afligida expresión. O volando todos, o posados estaban sobre frágiles espigas corajudas. Como fondo, un pequeño torbellino frondoso escoltado por veintidós flores inexpresivas y por algunos entristecidos botones de ellas. Y cuando le pegaba la brisa de costado, hacía ondear la tela que de pronto le daba como vida a ese segmento ideal de boscosidad tropical. Diría que lo único que me faltó fue escuchar los alaridos de los pericos, el trino del triste pájaro y el susurro de las grandes hojas del cambur.
La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia. Aristóteles
viernes, 2 de octubre de 2009
El cuadro
Me senté frente a él y lo contemplé. Sorbí su contenido. Era un microcosmos verde su finalidad. Al menos, éste predominaba en tonos pasteles. En primer plano de hallaba el racimo maduro de cambur que actuaba a guisa de anfitrión tomado de la mano de la planta. Sólo dos mariposas, con la misma vestimenta y el mismo color. Dos cotorras blancas grandes y como punteadas de pequeñas motas de algodón. Nueve pericos, donde siete exhibían negra la cabeza, y dos, blanca; y un pájaro de afligida expresión. O volando todos, o posados estaban sobre frágiles espigas corajudas. Como fondo, un pequeño torbellino frondoso escoltado por veintidós flores inexpresivas y por algunos entristecidos botones de ellas. Y cuando le pegaba la brisa de costado, hacía ondear la tela que de pronto le daba como vida a ese segmento ideal de boscosidad tropical. Diría que lo único que me faltó fue escuchar los alaridos de los pericos, el trino del triste pájaro y el susurro de las grandes hojas del cambur.
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