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Extraño amor
Provocativa y jugosa fruta. Boca gruesa de dulce oleaje me hablaba salpicándome de brisa y humedad magnéticas. Llamábame a un auxilio erótico con hambrientos besos que, en su mente corsaria, achicaban la creciente apetitosa. Cuando ella bañaba una esperanza, un día de soledades familiares, lancé mi adolescente mano en la pureza campesina de su cuerpo. Al rescatarla manchada de sangre, casi muero en ese fallido intento tan villano. Ella soltó al niño y tomó un cuchillo, enardecida. Corrí pálido y arrepentido de haber sentido aquella dureza tan herida. Sin embargo, siempre recuerdo su mar. Y de tiempo en tiempo, lo navego.
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