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Tercer amor
Poseía la forma torneada de su andar, su piel de atardecer. Cubría deliciosas hendiduras, carnales , con centrífugas y aromas exhalados de un fino armador oloroso a punta de lápiz y borrador. Sus brazos apresaban logaritmos sostenidos por su vientre exiguo. Sus pasos retardados despertaban mis celos, porque el camino a su casa desviaba con sonrisas que lanzaba a un efebo que la acompañaba en los funerales de todas las mañanas. La seguía tembloroso. Y sufría cuando ella reía al voltear. No me veía. Pero le decía adiós con un beso silente seguido de un doloroso suspiro.
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