La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia. Aristóteles

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El mercado de las voluntades



     Es muy probable que en la historia de la política, la mentira y la hipocresía hayan jugado un papel por demás preponderante.

La política (sobre todo la tradicional) alberga en su seno diversos matices de oscuridad silenciosa. Y cuando hablo de la tradicional, hago expresa referencia a la que practican los cicateros, los desalmados, a los que el infierno les resultaría un donativo.
La tendencia conservadora esa, que se aferra con singulares garras a sus prebendas sin importarle nada el destino de los marginados que genera, considera y vocifera, a través de su media utilitaria, que es muy fácil para un gobierno progresista mantenerse en el poder, a través de elecciones, porque compra la voluntad del pueblo al ejecutar políticas que lo favorecen dentro de una realidad bruta y desequilibrada. Por lo que, resulta innegable, que tal realización de un gobierno así, con esa tendencia, resulte ética, porque busca llenar, de apropiado contenido, su objetivo político y social predeterminado.
Pero ocurre que siempre, durante el gobierno de esa tendencia conservadora (que es conocida en el argot constitucional, como democracia representativa) sí resulta útil, ganancioso, y hasta cómodo, comprar voluntades políticas, porque sólo basta adquirir la de los parlamentarios y parlamentarias, mediante todo tipo de obsequios administrativos, y tal vez de algo más… Pero lo que en este proceder, resulta antiético, es que el propósito que anima ese cohecho no se le consulta al pueblo sino a esos sobornables mandatarios, para que, regocijados, voten a favor de…




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