Raúl Betancourt López: Final

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Final

Quise depositar en tu final mi angustia.
Quise evitar con tu final mi acomodo lúdico.

Quise buscar con tu final la dimensión de lo bastante.
Y al final creí encontrar, en tu final, mi final sobre ti.

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Frases mías totalmente ignoradas

También tengo derecho a decir mis estupideces.

Sin sanos principios, se es, hasta que se deja de ser.

Es bello lo que es capaz de conmover, de enternecer, aunque sea feo.

Un buen y auténtico artista no es más que la curiosa metáfora de un ser extraño y cósmico.

El problema con las mujeres es que con ellas sólo se puede andar: o muerto de amor, o despechado, o arrecho.

No caer en provocaciones es un acto pacífico de guerra.

La opinión política del volatero siempre resulta volátil.

Ese luce tan apartado como la llama y tan lejos como el horizonte.

El colmo del cinismo de un demagogo sería ofrecer acondicionar los muertos para el día de los cementerios.

No es lo mismo decir: doy 250.000 dólares por el saxo de Parker, que 250.000 dólares por sexo en el parque.

Es muy común que el desacierto se transforme en fama.

La fama es la recompensa a pasarse de la raya.

Es trágico que, al ver la cara del feto de alguien, pienses de inmediato que pudiera llegar a ser la mayor ofensa que haya de poder infligírsele a la raza humana.

El logro más grande de la escritura, es hacer que cualquier pasado emerja.

Basta que un estúpido llegue, para que todo peligre.

El poder es la síntesis de las fuerzas oscuras que juegan en la existencia de todo.

No creo que haya ocurrido eso como por arte de encantamiento.

Casi siempre, en la formación de cualquier capital, la corrupción aporta métodos alternativos.

En él pareciera que el indicador de sentimiento económico marcara un elevado índice.

El bien muchas veces está en que hay males que se dejan de hacer.

Sospecho que hay gente que me odia; ahora, lo que no sé, cuán larga es la cola.

Rasgo biográfico

Fue Voltaire un escritor y filósofo francés, chispeante, que naciera en París en 1694.
Desde el punto de vista intelectual, fue una figura descollante de su siglo.
Con su actitud laica y anticlerical , no obstante haber estudiado con los jesuitas, influyó y orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.
Conocería la prisión de la Bastilla por haber escrito unos versos irreverentes contra el regente de turno, para luego haber sido desterrado a Châtenay, donde asumiera el seudónimo de Voltaire, ya que su nombre verdadero era: François-Marie Arouet.
Luego de un altercado, con un caballero cuyos lacayos lo apalearan bastante, volvería a la Bastilla para ser exiliado nuevamente, pero esta vez, a la Gran Bretaña, donde sería muy bien acogido en Londres.
Y por ser crítico de la guerra, y por haber escrito la sátira, 'El templo del gusto', se granjearía la animadversión de los círculos literarios de París.
Murió en 1778.

Algunas frases célebres de Voltaire

Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.

La civilización no suprimió la barbarie; la perfeccionó e hizo más cruel y bárbara.

La esperanza es una virtud cristiana que consiste en despreciar todas las miserables cosas de este mundo en espera de disfrutar, en un país desconocido, deleites ignorados que los curas nos prometen a cambio de nuestro dinero.

Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme.

Para conseguir la más pequeña fortuna, vale más decir cuatro palabras a la querida de un rey, que escribir cien volúmenes.

Lo que llamamos casualidad, no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido.

El verdadero valor consiste en saber sufrir.

El primero que comparó a la mujer, con una flor, fue un poeta; el segundo, un imbécil.

Si alguna vez, ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar.

Una palabra mal colocada, estropea el más bello pensamiento.

El sentido común no es nada común.

Las falsedades no sólo se oponen a la verdad, sino que a menudo se contradicen entre sí.

Lo maravilloso de la guerra, es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo.

Los periódicos son los archivos de las bagatelas.

Si los pobres empiezan a razonar, todo está perdido.

Yo conozco al pueblo: cambia en un día. Derrocha pródigamente, lo mismo su odio, que su amor.

Calumniad, calumniad que algo quedará.

¡Cuán querida es, de todos los corazones buenos, su tierra natal!

No hay verdad que no haya sido perseguida al nacer.

Quien no tiene toda la inteligencia de su edad, tiene toda su desgracia.

Rasgo biográfico

Alguien apreció que Joyce es hijo de una bella pobreza pero, para peor, también con un alcoholismo digamos que virtuoso, alumbrado en Dublín, quizás muy a su pesar, un 2 de febrero de 1882. Estudió con los jesuitas, por lo que resultó educado en la fe católica y más tarde en la Universidad de Dublín, donde terminó rompiendo con la bendita Iglesia para en 1904 abandonar su ciudad natal con una camarera (con quien al final se casara) de nombre Nora Barnacle, quien adquirió renombre por ser destinataria de unas célebres cartas amorosas de él llenas de un erotismo disoluto. En 1907 comenzaría a ser víctima de la iritis, grave enfermedad que de casualidad no lo lleva a la ceguera. Y, luego de vivir en varias ciudades europeas una vida con la más extendida penuria debido al magro ingreso de profesor de inglés, se traslada a Zürich, donde muere el 13 de enero del año en que yo nacía: 1941. Resultó ser Joyce un poeta y novelista de sagacidad psicológica que implementó técnicas literarias que lo convirtieron en un connotadísimo escritor del siglo XX. La obra que lo consagra es Ulises, donde también utiliza un recurso literario denominado `monólogo interior´ y, por último, `Finnegans wake´ donde Joyce lleva su experimentación literaria al remate, de cuya obra alguien dijo, en un encuentro sobre su obra genérica y no obstante sus gafas de erudito, que tenía veinte años estudiándola y que aún así no sabía de qué se trataba.

Algunas frases célebres de James Joyce

Rasgo biográfico

García Márquez nace en Aracataca, Colombia, un afortunado día de 1928. Comenzó a estudiar derecho, pero sin exhibir mucha inclinación para tales estudios convencionales. Haber conocido a un médico y escritor hizo posible que se vinculara al periodismo, para que luego del asesinato de Gaitán, y sus desastrosas secuelas, se incorporara de lleno a él a través del periódico liberal El Universal. Encontrándose un tiempo en Barranquilla, por razones de salud, se vincula allí con varios hombres de cultura, incluido el propietario de una librería que habría de tener mucha influencia entre los años 1910 y 1920. Desde las páginas del periódico barranquillero, El Nacional, comienza entonces a revelar en sus columnas una constante voluntad expresiva y una marcada vocación de estilo, no excenta, como él mismo lo admitirá, de la influencia de escritores como Ramón Gómez de la Serna y William Faulkner. Para sus recreaciones reales ficcionales crea, en su primera breve novela, La hojarasca, la mítica localidad de Macondo. Pero toda su trabajo anterior a Cien años de soledad, es una mera aproximación a esa obra tan memorable. Allí Macondo se consagra. En 1982 recibe el premio Nobel de Literatura. Todavía vive, y sospecho que nunca morirá.

Algunas frases célebres de García Márquez

El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.

El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo.

El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.

El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.

No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.

Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.

Rasgo biográfico

Antes de los nueve meses de gestación, nace Jorge Luís Borges en Buenos Aires, el 24 de agosto de 1899, en la casa de su abuelo materno. Georgie, como le decían a los seis años, desde entonces manifestó a su padre que deseaba ser escritor, razón por la que a los siete escribe -en un inglés que le enseño su abuela, a más tierna edad- su resumen de la mitología griega. De regreso a Buenos Aires de España, en 1921, redescubre su ciudad sobre todo en cuanto a los suburbios del Sur, paseaderos de los denominados compadritos. Inspirado en ello, comienza a publicar poemas para luego editar su primer libro, Fervor de Buenos Aires, en 1923. Así, dentro de los siguientes treinta años, se convierte de Georgie, en Borges; vale decir, en uno de los escritores más brillantes y polémicos de Latinoamérica. Obtener, junto con Samuel Beckett, el premio Formentor, le dio inicio a su reputación mundial, aún cuando hubo de recibir otros muchos más. En 1970, Solzhenitsyn, prácticamente, le quita el Nobel. Luego, en 1983, publica un relato (Agosto 25, 1983) en el que anuncia su suicidio para esa misma fecha, promesa que no cumple por cobardía, según justificó. Ese mismo año, William Golding, selección tildada de mediocre por uno de los académicos del premio Nobel, también se lo quita, preguntándose la gente por qué resultaba él tan descartado, y tan sistemáticamente. Y una ironía desproporcionada, quizás, parecía dar la razón a los que dudaban que los académicos suecos, supieran leer.... Borges murió en Ginebra, en junio de 1986, donde aún se encuentra sepultado no obstante haber manifestado su voluntad de que fuera en Buenos Aires.

Algunas frases célebres de Borges

Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.

He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.

Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos.

La duda es uno de los nombres de la inteligencia.

Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez.

Yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos.

He firmado tantos ejemplares de mis libros que el día que me muera va a tener un gran valor uno que no lleve mi firma.

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Este mexicano taciturno, nacido en el estado de Jalisco en 1917, fue un escritor relampagueante. Habiendo quedado huérfano de padre y madre, siendo niño, es recluido por sus familiares en un internado de Guadalajara. Más adelante, en una temporada de dos años en San Gabriel, acaricia la biblioteca de un cura, de cuyo vientre literario recordará muchas lecturas que, quizá más que su prematura orfandad, influirá en su formación literaria. Una huelga en la universidad de Guadalajara lo impulsa a irse a ciudad de México a estudiar, pero tampoco podría entrar a la Universidad Nacional, por no haber podido revalidar sus estudios, lo que no le impide asistir como oyente a cursos de historia del arte en la Facultad de Filosofía y Letras, donde alcanza conocer la bibliografía histórica, antropológica y geográfica de México, matices que serían rastreados en su obra literaria y fotográfica (dado que también fue fotógrafo). Y luego de abandonar su trabajo en una fábrica de cauchos, en 1950, obtiene dos años más tarde dos becas consecutivas que le otorga el Centro Mexicano de Escritores, fundado por la escritora estadounidense Margaret Shedd, quien resultó determinante para que Rulfo publicara su obra producida en su condición de becario de la fundación. Fueron ellas: El llano en llamas, en 1953, libro de cuentos y, en 1955, la novela Pedro Páramo. Sí, sólo dos, y con ellas se convierte en un clásico de la literatura hispanoamericana y mundial. Rulfo fallece en la ciudad de México, el 7 de enero de 1986.

Raúl Betancourt López

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